Los primeros cien días del segundo mandato de Donald Trump han transcurrido en un torbellino de decisiones y anuncios que, aunque simbólicos, ofrecen un vistazo crítico hacia el futuro de su administración. Esta fase ha estado marcada por un enfoque apresurado, donde la política parece más reactiva que planificada, generando un clima de inquietud en los mercados financieros. Las advertencias de Deutsche Bank subrayan que podrían existir señales que anticipan una nueva recesión: una combinación de recortes esperados en las tasas de interés y un aumento en las expectativas de inflación, lo cual podría llevar a la Reserva Federal a mantener tasas elevadas. Además, el apetito por activos estadounidenses disminuye, con el dólar cayendo a niveles no vistos en tres años, y el último dato del Producto Interno Bruto revela una contracción del 0.4% en el primer trimestre.
En el ámbito internacional, el panorama parece aún más complicado. Desde el inicio de su mandato, Trump ha buscado redefinir las relaciones comerciales de Estados Unidos, convencido de la necesidad de recuperar su poder en el escenario global. Sin embargo, en lugar de avances significativos, se observa un estado de caos. Sus tres objetivos prioritarios —reorganizar el comercio con China, solucionar la guerra en Ucrania y alcanzar un alto el fuego en Gaza— han revelado una disonancia entre su retórica y la ejecución real.
Primero, en relación a China, Trump ha criticado las relaciones comerciales que, según su perspectiva, cargan injustamente a los trabajadores y la industria estadounidense. Aunque se han implementado nuevos aranceles, que buscan tanto captar ingresos como corregir desequilibrios en el comercio, el futuro sigue siendo incierto. A pesar de la expectativa de que las presiones podrían llevar a concesiones de Beijing, los expertos señalan que ni China ni Europa están en posición de realizar ajustes significativos.
En el contexto de la guerra en Ucrania, el presidente prometió resolver el conflicto rápidamente. Sin embargo, su presión sobre el presidente Zelensky ha choocado con las realidades geopolíticas, donde Moscú rechaza propuestas de cese al fuego que Trump considera viables.
La situación en Medio Oriente añade otra capa de complejidad. Aunque inicialmente logró la liberación de rehenes y un cese al fuego en Gaza, este avance ha sido efímero. Trump ha respaldado enérgicamente a Israel, lo que ha intensificado la crisis humanitaria en la región.
En estos primeros 100 días, las políticas exteriores de Trump se articulan en tres conceptos clave: 1) China como un adversario estratégico que necesita ser aislado; 2) la vital importancia de la capacidad industrial estadounidense vinculada a la seguridad nacional; y 3) una visión de la diplomacia centrada en la imposición en lugar del intercambio equitativo.
A medida que el uso de la coerción se convierte en la única herramienta predominante, surgen dudas sobre la eficacia de tal enfoque. La diplomacia internacional requiere de alianzas y compromisos que, si se desvanecen, pueden llevar a un desmantelamiento del orden mundial establecido y, eventualmente, a la fragmentación del sistema global. Sin un orden internacional robusto, cabe preguntarse quién definirá las reglas que gobiernan el comercio, la tecnología y el poder. La gran interrogante persiste: ¿podrá Estados Unidos contener a China sin transformarse irreconocible en el proceso?
Esta información se presenta de acuerdo con los datos disponibles hasta la fecha de publicación original del contenido analizado (30 de abril de 2025).
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