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“Señor, voy a ti, mi tiempo se acaba”, dice Enrique de Martino frente al misterioso cuadro con el que tiene un pacto.
Se trata, por supuesto, de Ernesto Alonso en el papel que le dio fama en los años 80 a través de la telenovela “El Maleficio”.
Este melodrama ha pasado a la historia como una de las más recordadas por su toque de originalidad: un trhiller que mezcla el terror con el misterio, el suspenso con el drama.
Y se le tiene como una referencia de un género poco explotado en la televisión mexicana. Sin embargo, Ernesto Alonso ya llevaba para entonces dos décadas trabajando en historias de este tipo, telenovelas que lamentablemente quedaron a la sombra de la popularidad de El Maleficio.
Recordamos aquí ahora dos de esas producciones en las que Ernesto Alonso comenzó a explorar ese estilo que se convertiría en su sello en las telenovelas.
Las momias de Guanajuato
En una entrevista para un noticiario de Televisa a finales de los años 80, le preguntan a Ernesto Alonso sobre el momento seminal de sus telenovelas históricas. Memorioso y preciso, Alonso comienza por mencionar a los escritores que hicieron posible el nacimiento de ese género. Menciona ahí lo que fue la primera telenovela costumbrista.
“Todo partió de una serie que se llamó Las momias de Guanajuato, donde Lupita Dueñas me llevo a una serie escritores universitarios, entre ellos Miguel Sabido; y que fue la primera novela costumbrista que se hizo en México”.
“Las momias de Guanajuato” se hizo en 1962 con libretos efectivamente de aquel grupo de jóvenes que con el tiempo se convirtió en una brillante generación de escritores mexicanos: Vicente Leñero, Hugo Argüelles, Inés Arredondo.
El tono poético de los parlamentos de los personajes es evidente, así como la construcción dramática de los personajes. La telenovela está construida más bien como una serie con capítulos independientes: cada uno cuenta la historia de una momia cuando estaba en vida.
El lazo aque une todas esas historias es que son narradas por un guía que se las explica a un grupo de jóvenes turistas que visitan el museo.
“Cada quien arrastra en el mundo su propia condena”, dice el viejo guía del Museo de las Momias de Guanajuato al contar la historia de un joven que se suicidó.
Doña Macabra
El éxito de Las momias de Guanjuato impulsó a Ernesto Alonso a comenzar su siguiente proyecto casi de inmediato. Llamó nuevamente a Hugo Argüelles y contrató a Miguel Sabido para dirigir.
Surgió así “Doña Macabra”, que tenía un “elenco de enjundia”, que fue como lo definió el propio Argüelles en un programa de televisión que se grabó en los años 80 para promover la retransmisión de la telenovela.
Doña Macabra tiene las actuaciones de Amparo Rivelles (Armida / Doña Macabra), Ofelia Guilmáin (Demetria), Carmen Montejo (Lucila), Narciso Busquets (Othón), Enrique Rambal (Mariio), entre otros.
En aquel programa de los años 80, Argüelles recalca que la principal virtud de esa telenovela, a la que considera pionera en este género, es el humor negro.
Efectivamente, la historia está llena de situaciones en las que el espectador puede escbozar una sonrisa ante lo que debería ser trágico o al menos horroroso.
La historia se centra en dos ancianas, dos brujas malditas, Armida y Demetria, que son asediadas por unos ambiciosos parientes, unos buitres, que piensan que ellas guardan un tesoro en su casa.
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