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La campeona del mundo acelera para ser campeona de Europa. Alemania batió a Finlandia (98-86) en la primera semifinal del Eurobasket y este domingo disputará la final contra Turquía, vencedora ante Grecia. Una imperial actuación de Dennis Schröder (26 puntos y 12 asistencias) dinamitó a la manada de lobos que lidera Lauri Markkanen (16 puntos y 8 rebotes).
Después de batir a Doncic en cuartos, Alemania encaraba a otro coloso. Igual que en el duelo ante la estrella eslovena, el perro de presa fue Bonga. La escena se repetía porque el astro de los Jazz atraía los focos y liberaba espacios en el tiro. El pívot marcó territorio con una entrada llena de potencia que dejó tirados en el suelo a Bonga y Schröder. Otro asunto muy diferente era aguantarle el ritmo a Alemania, sobre todo cuando Wagner comenzó a carburar, el equipo apretó el candado y echó a correr. Mumbrú ha convencido a sus chicos con un estilo que incorpora la velocidad a su tradicional fortaleza física. El resultado es un mecano muy bien engrasado. Alemania descargó su artillería para atar un parcial de 20-5 con el que volteó el marcador y alcanzó la primera pausa al frente: 30-26. Los 56 puntos entre los dos equipos eran la mayor anotación en un cuarto en una semifinal europea.
Alemania había conectado el rodillo y Markkanen comenzó a echar de menos esos espacios que se abrían ante él en los primeros minutos. Todas las rendijas las exprimía Schröder para conectar al resto de piezas, especialmente a su mejor socio, Wagner. El grupo de Mumbrú tapó las vías de acceso hacia su tablero y Finlandia apenas sumó cuatro puntos en casi seis minutos. El descaro de Muurinen espabiló a los hombres de azul y el duelo alcanzó el descanso convertido en un correcalles en el que los ataques se alzaban sobre las defensas. Los 108 puntos entre las dos escuadras (61-47) hablaban por sí solos.
Markkanen y Bonga repitieron el choque de músculos e intercambiaron aciertos desde el perímetro. A la fiesta se unió Schröder para correr, anotar y atajar la rebelión. El base conduce la ofensiva a tal velocidad que es casi imposible detenerle. Finlandia se refugiaba en el triple para resistir el asedio y recortar la brecha. Que siguiera en pie al final del tercer cuarto (81-73) demostraba que el equipo es más que Markkanen.
El partido, en cualquier caso, estaban en las manos, las piernas y la cabeza de Schröder. El base era una flecha cuando esprintaba hacia el aro al recibir el balón tras un rebote alemán. Una vez había puesto patas arriba a la defensa de Finlandia, se ganaba el hueco para lanzar o destapaba cualquier agujero en la muralla rival. Ningún contrario le aguantaba el ritmo. Markkanen aún se dejó el último aliento hasta que levantó la bandera blanca. La manada era Alemania.
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