La industria automotriz mexicana no levanta cabeza. La producción en noviembre cayó por quinto mes consecutivo. El dato refleja la persistencia de problemas con el suministro de microchips, que el sector esperaba haber solucionado a estas alturas. No ha sido así. Junto con esta escasez de materiales, la propuesta de reforma energética en México y la amenaza del Gobierno de tomar represalias contra EE UU si aprueba incentivos a los autos eléctricos alejan la posibilidad de una pronta recuperación tras la pandemia y oscurecen el futuro de una industria clave.
Ha sido el peor noviembre en una década. Aunque la reapertura de la economía impulsó los números en un primer momento, desde julio el sector ha encadenado retrocesos. La producción en noviembre, de 248.960 vehículos, cayó un 20% respecto al mismo mes del año pasado, ha revelado este lunes el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). El volumen es un 25% menor al de febrero de 2020, justo antes de los confinamientos por la pandemia en Norteamérica. Algunas armadores han tenido que entrar en paros técnicos ante la falta de materiales y encajado caídas abrumadoras, como el 69% de Mercedes Benz o el 42% de BMW.

Los datos desafían las esperanzas de la automotriz mexicana, que representa cerca del 4% del PIB y 19% del industrial, según la Secretaría de Economía. En agosto, el sector preveía que la escasez de microchips se resolviera para finales de 2021 y el presidente de la asociación automotriz AMIA, José Zozaya, se mostraba optimista sobre la producción de vehículos. “Quisiéramos superar los números de 2020 y ojalá alcanzar 2019″, señalaba a este periódico. El optimismo se ha ido desvaneciendo. La asociación ahora cree que la producción este año cerrará por debajo de la de 2020 y que no se recuperarán los niveles anteriores a la pandemia hasta 2024.
La escasez de microchips, también conocidos como semiconductores, está siendo un hueso duro de resolver. Durante la pandemia, cuando la demanda de vehículos se desplomó por las restricciones de movilidad, los fabricantes de microchips se concentraron en el sector de computadoras y dispositivos electrónicos, en pleno auge por el teletrabajo. Tras la reapertura, la industria automotriz mundial se topó con una oferta insuficiente de semiconductores. Un entuerto al que todavía no se ve salida inmediata.
“No tiene una solución de corto plazo”, ha asegurado este lunes en conferencia de prensa el director general de AMIA, Fausto Cuevas. “Ya hay avances, pero esto no es cuestión de una semana o un mes. Se va ir dando poco a poco”. El economista José Luis de la Cruz ve un cambio estructural. “El sector de los semiconductores se ha mudado hacia aquellos productos que son de mayor valor agregado. El automotriz ha sido relegado y solucionarlo no es fácil. Las inversiones para la instalación de nuevas fábricas de chips van a llevar entre uno y dos años”, afirma.
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