La reciente introducción del “Chocolate del Bienestar” por parte de la presidenta Sheinbaum ha generado un intenso debate. Este producto, resultado de la nueva dependencia Alimentación para el Bienestar, ha captado la atención pública debido a su envoltura que lleva un sello negro de “exceso de azúcar”. A pesar de esto, la presidenta afirmó que contiene “bien poquita” azúcar, lo que ha suscitado dudas sobre la interpretación de las normas vigentes.
Sheinbaum, al defender el chocolate, pareció ignorar la lógica detrás de las regulaciones alimentarias, sugiriendo que las etiquetas no necesariamente reflejan el contenido real de los productos. Este tipo de afirmaciones ha llevado a cuestionamientos sobre el autoritarismo en sus decisiones: ¿qué pasaría si un productor privado también desafiara las normativas de esta manera?
El enfoque del gobierno mexicano sobre la producción directa de bienes ha sido otro punto polémico. Históricamente, se ha demostrado que el intervencionismo estatal puede llevar a fracasos económicos significativos. Ejemplos recientes incluyen desalentar iniciativas como el Tren Maya, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), y proyectos relacionados con la energía y la aviación, todos señalados como malos negocios.
Con la creación de más de 25,000 tiendas para distribuir no solo chocolate, sino también otros productos básicos a precios subsidiados, se plantean interrogantes sobre la sostenibilidad fiscal de tales iniciativas. El modelo de “soberanía alimentaria” propuesto por la administración actual ha ampliado su alcance, contemplando la producción de otros bienes, como jabones y cereales, lo que agrega más peso a un ya sobrecargado presupuesto.
El Presupuesto de Egresos de la Federación 2025 (PEF) destina recursos a programas agrícolas existentes, pero no deja claro cómo se financiará esta nueva producción, incluida la del chocolate. Así, el proyecto que pretende replicar la intervención estatal de épocas pasadas, puede ser visto como una extensión de un ideario que, al igual que las políticas de Echeverría, carecen de una base económica sólida.
En un contexto de creciente intervención del Estado en la economía, es crucial analizar la viabilidad y la eficacia de estas políticas en un país que ya enfrenta enormes desafíos financieros y de desarrollo. La pregunta no es solo sobre el chocolate, sino sobre el futuro de la regulación y la participación del Estado en el mercado.
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