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Jonas Vingegaard apareció por la sala de prensa improvisada en Navacerrada con paso lento por el cansancio, pero con una sonrisa de oreja a oreja, pues su corona en la Vuelta tras dos laureles en el Tour de Francia (2022 y 2023) lo valía. “Es la Vuelta, una de las grandes carreras del mundo, algo siempre soñado. Y ganar en la Bola del Mundo, en una cima tan especial, ha sido algo increíble”, resolvió, orgulloso. Y, paciente —al contrario que su jefe de prensa, que quería cortar cuanto antes la comparecencia—, el danés respondió a todas las preguntas, también a las que abordaban el tema de las manifestaciones en favor de Palestina y en contra de la ofensiva de Israel en Gaza, que ya se ha cobrado la vida de más de 64.800 personas, según las autoridades del enclave.
Unas manifestaciones que han alterado el transcurso de la carrera, al punto de que se acortó la llegada a meta en un par de etapas en marcha (Bilbao y Castro de Herville), además del recorrido de la crono individual en Valladolid y el de este mismo sábado, que evitó el paso por Cercedilla. “Todo el mundo, tras el segundo día de descanso, dudábamos de que la carrera seguiría. Pero creo que la organización y la policía han hecho un gran trabajo para hacernos sentir seguros y poder correr”, manifestó. Un discurso muy similar al de João Almeida y Tom Pidcock, los ciclistas que completaron el podio de la Vuelta y que hablaron del incidente vivido esta misma tarde, cuando un grupo de manifestantes irrumpió en pleno recorrido. “Lo que han hecho no es algo muy bueno, la verdad, pero teníamos un hueco por la derecha gracias al trabajo policial y no ha cambiado mucho la carrera. No tiene mucho sentido que lo hagan, pero…. No sé. No tengo mucho que decir”, deslizó Almeida. “Yo no tuve miedo”, expuso el británico; “la policía y la organización nos han hecho sentir seguros ante las manifestaciones. Y eso que los protestantes hoy parecían más pacíficos…”.
En Becerril de la Sierra, los manifestantes cortaron la carretera con una sentada, momento crítico y de absoluto caos. “Ha estado cerca de afectar al grupo”, convino Vingegaard; “pero lo hemos podido sortear y la policía ha hecho un gran trabajo para permitirnos seguir corriendo. Tuvimos que improvisar, pero me he sentido seguro en el día de hoy”. Y el danés añadió: “Todo el mundo tiene derecho a protestar, pero nosotros estamos para correr y es una pena que pase aquí. Pero entiendo por qué lo hacen”.
Los activistas se han dejado ver y notar en varias etapas. “Sí, pero no creo que hayan condicionado mucho la carrera. En la contrarreloj me benefició que se acortara, pero en Bilbao creo que podía haber sacado más segundos a mis rivales”, intervino Vingegaard. “Ese fue mi mejor y peor día porque me encontraba muy bien”, incidió Pidcock, recordando que él y el danés se habían escapado; “pero perdí la oportunidad de ganar y fue un hecho que mentalmente fue difícil de procesar. Me afectó en el resto de competición”. Aunque ha quedado tercero, un resultado sorprendente porque no hace tanto venía del ciclocross. “En las últimas temporadas, no disfruté las grandes, pero aquí me he demostrado que puedo conseguir lo que mucha gente y el equipo cree que puedo conseguir. Me he quitado un peso de encima”.
Menos contento estaba Almeida, que tenía la oportunidad de superar a Vingegaard —solo los separaban 44 segundos antes de la etapa de este sábado—, pero se quedó con las ganas. “Esta semana he estado enfermo y me ha limitado bastante. He tenido gripe y tenía el cuerpo dolorido. Pero creo que le ha pasado a la mitad del pelotón”, desveló. Y así fue. “Llegué en muy buena forma, pero en la segunda semana sufrí porque estaba enfermo. No lo queríamos decir, claro. Pero por suerte me he recuperado a tiempo”. Y, entre altercados, detenciones y manifestaciones, se ha llevado la Vuelta.
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