Para evaluar los resultados del segundo mandato de Donald Trump, es fundamental tener paciencia, ya que apenas han transcurrido 150 días desde su asunción. Sin embargo, es evidente que en este corto tiempo ha sembrado diversas inquietudes que podrían desencadenar consecuencias negativas.
Lo más destacado ha sido su política comercial restrictiva, la cual ha generado daños significativos en la economía estadounidense, obligando a Trump a revertir en gran medida sus aranceles a la importación. La presión de los mercados y el contexto inflacionario han sido determinantes, especialmente ante el poder comercial de China, un gigante que ha demostrado ser una fuerza con la que no se puede interferir impunemente.
Adicionalmente, se anticipa la aprobación de un paquete fiscal por parte de los republicanos, el cual podría incrementar el déficit y beneficiar a unos pocos al costo de la calidad financiera de los activos del país, lo que podría derivar en un descontento en los mercados.
En contraposición, Trump puede exhibir un “logro” en el ámbito migratorio, resultado de la cooperación con el Gobierno mexicano, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Esta colaboración ha permitido la implementación de medidas para controlar el flujo migratorio hacia la frontera norte, un desarrollo que ha sido recibido positivamente por la base de Trump.
Cabe señalar que la administración actual ha intensificado las deportaciones masivas, enfocándose mayormente en la población latinoamericana, lo que genera una atmósfera de rechazo y alimenta tensiones sociales. A la luz de estos eventos, es preocupante como Trump fomenta el racismo en su país, tácticamente similar al clasismo alentado por López Obrador en México.
El próximo encuentro entre los presidentes de México y Estados Unidos en Canadá se presenta como una oportunidad crucial para abordar estos temas. Ambos países, aunque separados por diferencias ideológicas, están interconectados en múltiples aspectos. México deberá reconocer que fortalecer su combate contra el crimen organizado requerirá una cooperación más estrecha con Estados Unidos.
Por su parte, Trump se verá obligado a entender que, ante las amenazas comerciales de potencias como China, es esencial mantener una región norteamericana cohesiva y competitiva. La reciprocidad en la relación entre México y Estados Unidos no es solo una necesidad a corto plazo, sino una realidad que se extenderá más allá de los actuales mandatos.
Ambos gobiernos, a pesar de la tensión y la polarización, deben encontrar un camino hacia estrategias compartidas que beneficien a sus ciudadanos. El populismo en ambos lados de la frontera requiere de un enfoque colaborativo para enfrentar los retos que presentan la economía y la seguridad en la región.
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