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De una manera u otra, la sombra del pasado siempre acecha en Rumania. En esta ocasión ha sido un himno con tinte fascista interpretado por un coro infantil en la recién inaugurada catedral de la Salvación del Pueblo de Bucarest, el templo ortodoxo más grande del mundo, lo que ha desatado una tormenta de críticas al recordar el régimen de Ion Antonescu, fiel aliado de la Alemania nazi de Adolf Hitler hasta 1944 y quien, pese a perpetrar su propio Holocausto contra judíos y gitanos, es recordado por parte del nacionalismo patrio por la supuesta época de progreso bajo su mando.
El jueves pasado, con motivo del Día del Clero Militar, la Iglesia Ortodoxa Rumana reunió a oficiales de los ejércitos del país, así como al ministro de Defensa, Liviu-Ionut Mosteanu, y al jefe del Estado Mayor, Gheorghita Vlad, en la Catedral Nacional. La noticia saltó cuando la propia agencia de noticias de la Iglesia Ortodoxa Rumana divulgó en sus redes sociales un vídeo en el que se ve a un coro de niños, durante la ceremonia, entonando la melodía Avem o țara (Tenemos un país).
Varios medio tildaron rápidamente la composición de “fascista”, atribuyéndola a Radu Gyr (1905-1975), un poeta que llegó a ser comandante del Gobierno fascista en los estertores de la II Guerra Mundial y que fue condenado a 12 años y medio de prisión por crímenes de guerra. Y arreciaron las críticas. Vasile Banescu, antiguo portavoz de la institución religiosa y actual miembro del consejo que regula el contenido audiovisual, afirmó: “El cultivo festivo, en el espacio eclesiástico, de la memoria y los textos de algunos intelectuales que alguna vez sucumbieron a la tentación del demonismo ideológico, ya sea fascista o comunista, hace un enorme daño a la Iglesia”.
La Iglesia Ortodoxa Rumana se vio obligada a emitir un comunicado. En él asegura que la canción “ha sido atribuida en los últimos años, de manera completamente errónea, a Radu Gyr”, y subrayó que no promueve “ninguna doctrina política totalitaria”. Según la institución, la composición que se cantó el jueves no es el poema original sino una versión de este, ligeramente modificado, que elaboraron hace años unas monjas del monasterio Diaconești.
En ese monasterio fue sacerdote Amfilohie Brînză, reconocido fascista.
“Consideramos que la interpretación errónea de la verdadera intención —utilizar un texto con un mensaje patriótico y religioso— se debe a una campaña de asociación forzada de la imagen de la Iglesia Ortodoxa Rumana con doctrinas políticas ajenas a la enseñanza de fe que esta predica”, se defendió el Patriarcado rumano, que ha destinado 270 millones de euros para construir en 15 años su flamante catedral. El dinero provino casi íntegramente del Estado rumano ―lo que ha generado controversia― y, en menor medida, de donaciones privadas.
Alexandru Florian, director del Instituto Nacional para el Estudio del Holocausto en Rumania Elie Wiesel, urgió a las autoridades competentes a denunciar lo sucedido. “Un himno para el clero militar de un destacado militante fascista en la nueva Catedral Nacional, donde también encontramos santos cuya vida estuvo ligada al movimiento legionario, es un hecho estremecedor de propaganda extremista”, agregó el responsable del instituto que preserva la memoria del Holocausto.
Ubicada en una colina colindante con el Parlamento —popularmente conocido como Casa del Pueblo, el mayor edificio administrativo-civil del mundo, construido por el dictador Nicolae Ceausescu—, la catedral puede albergar hasta 5.000 personas en su interior. Dentro del recinto eclesiástico, de 127 metros de altura y 38.000 metros cuadrados de superficie, los militares observaban curiosos las 27 puertas gigantescas de bronce —cada una de ellas pesa unos 800 kilos— y el iconostasio, también el de mayor tamaño del mundo.
Durante años, las autoridades rumanas negaron la participación de Rumania en la Shoah (Holocausto). Hasta tal punto, que Antonescu, que fue sentenciado a muerte por crímenes de guerra y ejecutado en 1946, sigue siendo considerado un héroe por muchos. Sin embargo, según los historiadores, aquella dictadura mató a entre 280.000 y 380.000 judíos, y a 11.000 gitanos. El momento álgido del genocidio se produjo entre 1941 y 1942, cuando Hitler entregó a Bucarest el territorio de Transnistria, una región hoy proclamada independiente de facto dentro de la frontera de Moldavia.
El Holocausto se explica en la educación secundaria rumana desde hace poco más de un año, cuando se convirtió en el único país de la Unión Europea donde se estudia explícitamente en una asignatura específica al margen de Historia. Sin embargo, según una encuesta del centro Elie Wiesel, solo uno de cada diez rumanos conoce el papel del país durante la Shoah.
La formación ultraderechista AUR, que irrumpió en el Parlamento en 2020 y que, según las encuestas, obtendría sería ahora el partido más votado, con un 35% de apoyo, se opone a explicar el papel de Rumania en el Holocausto. Su líder, George Simion, lo definió como “una cuestión menor”, una afirmación que desató duras críticas.
Precedentes
No es esta la primera vez que se escuchan letras marcadamente fascistas en Rumania. En los últimos años, estudiantes de la academia militar las han cantado en varias ocasiones. Incluso el Gobierno difundió un video que borró poco después.
La Iglesia ejerce en Rumania una considerable influencia, ya que sigue siendo una de las instituciones en las que más se confía en este país de tendencia conservadora de 19 millones de habitantes. El 85% de ellos se identifica como ortodoxo.
“En su mayoría, los jerarcas y clérigos de la Iglesia Ortodoxa Rumana aceptan naturalmente la evidencia de que somos una nación de matriz latina, que la integración euroatlántica ha desarrollado enormemente informacion.center y que la democracia [con su pluralismo intrínseco] es preferible a la dictadura”, explica Teodor Baconschi, teólogo y exministro rumano de Exteriores. “Ahora bien, una cosa es el patriotismo legítimo, moderado y cívico, y otra muy distinta el ortodoxismo basado en la idolatría de la nación, la xenofobia, el discurso anti-UE y anti-OTAN, la apología de los crímenes rusos y la nostalgia combinada por el fascismo y el ceausismo”, prosigue el también antropólogo.
“Su predicación, alimentada por la mitificación del pasado antiguo o reciente [lleno de tragedias totalitarias] ha provocado el auge de una extrema derecha hasta poner en peligro el destino euroatlántico y democrático del país, como se vio en el horrible 2024”, recalca Baconschi en referencia a las elecciones presidenciales ―posteriormente anuladas― que ganó Calin Georgescu, un desconocido candidato ultra religioso denominado el Mesías de TikTok, ante la sospecha de injerencia rusa.
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