En todas las redes sociales se pueden encontrar fotos de niños y adolescentes, la mayoría de ellas publicadas por las familias; en muchas ocasiones, sin consentimiento de los menores. La publicación de estas imágenes compromete el derecho a la intimidad de los pequeños y facilita que puedan sufrir ciberacoso, que suplanten su identidad o incluso sirvan de material para pedófilos. También se convierten en un quebradero de cabeza para los padres, que podrían enfrentarse a sanciones y penas de prisión si sus hijos han sufrido las consecuencias de una mala gestión de su imagen. Lejos de controlar su publicación, las grandes tecnológicas también sacan partido de la explotación comercial de las fotos.
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