El gobierno de Claudia Sheinbaum se encuentra a la espera de un anuncio significativo en el ámbito religioso y diplomático: la designación del próximo Cardenal Primado de la Iglesia Católica en México. Este nombramiento cobra relevancia no solo por su impacto dentro del país, donde el catolicismo es la fe predominante, sino también por las posibles implicaciones en las relaciones entre el Gobierno y el Vaticano tras la llegada del Papa León XIV.
La elección del nuevo Cardenal no es trivial. México, con su gran número de católicos, ocupa un lugar crucial en la agenda de la Santa Sede. Así, una buena relación entre el gobierno y el Vaticano podría contribuir a un clima social más armónico, mientras que tensiones podrían desencadenar conflictos internos.
Los movimientos ya han comenzado: la Secretaría de Relaciones Exteriores ha iniciado un cabildeo efectivo para influir en el nombramiento. Recientemente, el canciller se reunió con el monseñor Paul R. Gallagher, un alto funcionario del Vaticano, donde discutieron temas de interés bilateral y la situación del futuro Cardenal, quien reemplazará a Carlos Aguiar Retes.
En el panorama de posibles candidatos, parece que Rogelio Cabrera López, actual Arzobispo de Nuevo León, se perfila como el favorito del gobierno. Su relación cordial con empresarios y su postura moderada benefician a la administración de Sheinbaum, que busca evitar fricciones. Cabrera tuvo un rol clave al organizar el encuentro entre la presidenta y el Papa Francisco, lo que añade peso a su candidatura.
Sin embargo, otros nombres surgen también: el Arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, y el de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, son considerados menos favorables por mantener un discurso rígido en asuntos de seguridad. También se menciona a Carlos Garfias Merlos, de la arquidiócesis de Morelia, quien podría representar otra opción menos alineada con los intereses del gobierno.
Este nombramiento es aún más relevante en el contexto actual, ya que la llegada del Papa León XIV ha cambiado la dinámica de la Santa Sede, que no ha mostrado la misma atención a temas migratorios que su predecesor, Francisco I. Desde el Palacio Nacional, se teme que esta nueva postura podría restar a México una voz influyente en el debate internacional, especialmente en un entorno político complejo marcado por la presidencia de Donald Trump.
A la espera de estos movimientos, la 4T también aguarda el nombramiento del Nuncio apostólico, figura clave en la diplomacia vaticana. Mientras se especula sobre cuál de estos anuncios se hará primero, es evidente que ambos serán cruciales para el futuro de la colaboración entre el gobierno mexicano y el Vaticano.
Con un tema tan delicado y de gran repercusión, todos los ojos están puestos en el desenlace de este proceso de nombramiento que, sin duda, seguirá generando interés en el ámbito político y social de México.
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