Las finanzas y el dinero rara vez se convierten en temas de conversación para muchas mujeres. Esta realidad provoca incomodidad e incluso apuntala una dinámica social donde hablar de dinero con personas cercanas sigue siendo un tabú. Sin embargo, esta falta de diálogo es crucial para comprender nuestra situación económica y tomar decisiones fundamentadas.
Diversos estudios sobre economía de género demuestran que este silencio no es casual, sino un mandato cultural que genera reticencias. El miedo al juicio y la enseñanza social que presenta la discusión de cifras como inapropiada se entrelazan, conformando un guion que permea desde el salario que se acepta hasta el patrimonio que se maneja. Así, se perpetúan desigualdades disfrazadas de normalidad.
Carmen Pérez-Pozo Toledano, experta en gestión patrimonial, enfatiza que el silencio sobre dinero deja a las mujeres “desarmadas”. En el ámbito laboral, ignorar las retribuciones de nuestro entorno limita la capacidad de comparar y detectar discriminaciones. A pesar de que existe una ley que promulga la igualdad salarial, este silencio convierte la desigualdad en algo invisible.
Este vacío informativo está arraigado en un aprendizaje social que asocia la prudencia con la falta de conversación sobre finanzas. El temor a incomodar, junto con la presión cultural de mantener la armonía, refuerza este comportamiento. A menudo, se castiga la ambición femenina, lo que contribuye a una gran dificultad para abordar cuestiones económicas.
Sin embargo, abordar este tema puede transformar trayectorias profesionales y proteger patrimonios. La abogada sostiene que hablar de dinero produce efectos positivos inmediatos. Por ejemplo, permite tomar decisiones económicas objetivas, facilita la comprensión de las nóminas y ayuda a construir patrimonio propio. Además, al compartir información financiera, se pueden identificar patrones de desigualdad y generar redes de apoyo entre mujeres.
La prevención también juega un papel crítico: discutir finanzas puede ayudar a detectar señales de control económico en relaciones personales, evitando la dependencia financiera. Asimismo, mejora las negociaciones, ya que compartir cifras crea referencias reales y disminuye la incertidumbre al solicitar mejoras salariales.
Por lo tanto, es clave que las mujeres se atrevan a discutir sobre dinero y sus derechos económicos. La obra “Las mujeres no se atreven a pedir” de Linda Babcock y Sara Laschever ofrece una visión profunda sobre este fenómeno, abordando por qué muchas profesionales no reclaman aumentos ni negocian sus condiciones laborales, a pesar de tener logros similares a los de sus compañeros.
Esta situación, aunque refleja una evolución en la conciencia colectiva, resalta la urgencia de transformar la cultura del silencio en una cultura de diálogo abierto y empoderador en torno a las finanzas. Así, se pueden forjar caminos hacia la equidad y la autonomía económica que cada mujer merece.
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