El reciente arresto de Carlos Alberto Treviño Medina, exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex), en Texas, marca un nuevo capítulo en la lucha contra la corrupción en México. Treviño, quien ocupó el cargo de 2017 a 2018 durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, enfrenta cargos graves de asociación delictuosa y operaciones con recursos de procedencia ilícita. Estos cargos están ligados a las declaraciones de Emilio Lozoya, su predecesor en Pemex, quien lo acusó de recibir alrededor de 4 millones de dólares en sobornos de la constructora brasileña Odebrecht y su filial Braskem-Idesa, relacionadas con la planta Etileno XXI en Veracruz.
La presidenta Claudia Sheinbaum confirmó que Treviño será deportado a México en los próximos días para enfrentar su juicio. Su arresto responde a una solicitud de extradición que se presentó hace cinco años, y un juez mexicano ordenó su captura en 2021 tras su inasistencia a una audiencia judicial. A pesar de haber solicitado asilo político en Estados Unidos y de haber residido allí durante los últimos cuatro años, sus opciones legales han disminuido, y en 2023 perdió los beneficios de una suspensión provisional que lo protegía de la captura.
La defensa de Treviño sostiene que su detención es un tema migratorio y asegura que su estatus en EE. UU. es legal. Además, han manifestado dudas sobre la validez de la ficha roja en su contra, sugiriendo que podría ser utilizado como “moneda de cambio” en recientes negociaciones entre los gobiernos de México y Estados Unidos.
Este desenlace se produce en un contexto particularmente crítico para Pemex, que está en medio de esfuerzos para atraer inversión privada y solventar su creciente deuda. Justo esta semana, el Departamento de Justicia de EE. UU. acusó a dos empresarios mexicanos cercanos a Adán Augusto López de un supuesto esquema de sobornos a funcionarios de Pemex entre 2019 y 2021, durante la administración de Andrés Manuel López Obrador.
La detención de Treviño resalta la continua presencia de redes de corrupción que han permeado diversas administraciones en México, complicando los esfuerzos por revitalizar la compañía más emblemática del país. En este ambiente, la falta de acción frente a la corrupción es un reto que no solo compromete a las instituciones, sino que también pone en jaque la confianza ciudadana y la viabilidad de proyectos futuros en el sector energético.
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