A pocos días de la efectiva transformación del poder judicial en un mero apéndice del ejecutivo, nos encontramos en un punto crucial de nuestra historia política. La reciente reforma judicial y la próxima elección de jueces y magistrados representan un claro retroceso en el esfuerzo colectivo por mantener una democracia verdadera. En este contexto, es esencial comprender las implicaciones que esto tiene en nuestro sistema político, económico y, sobre todo, en la vida cotidiana de los ciudadanos.
Este proceso de transformación no es solo un cambio administrativo, sino también una amenaza al delicado equilibrio que se había construido en las últimas tres décadas. Desde el tiempo del régimen priista, que centralizó el poder, hasta el surgimiento de una democracia incipiente, hemos tenido momentos de esperanza en la defensa de instituciones como la Suprema Corte. La presidenta Norma Piña y algunos ministros intentaron, aunque sin éxito, preservar la integridad de la Corte ante la embestida del presidente Andrés Manuel López Obrador y su sucesora Claudia Sheinbaum.
Las consecuencias de este debilitamiento institucional son claras. Aunque existen regímenes autoritarios que logran ofrecer certidumbre económica pese a su contexto político, la ideología que sustituyó a la pragmática puede influir negativamente en la inversión. A medida que se imponen ideologías sobre la necesidad de rentabilidad y estabilidad, se generan menores oportunidades para atraer inversiones tanto nacionales como extranjeras. La historia de varias naciones demuestra que este es un fenómeno observable: a mayor erosión del Estado de derecho, menor es el interés y la confianza en invertir en informacion.center.
En México, el impacto es palpable. A pesar de las promesas del gobierno y su Plan México, la inversión extranjera permanece estancada, afectando las oportunidades de empleo y bienestar. Los datos actuales muestran que la tendencia a la reinversión de utilidades está, en muchos casos, reemplazando la llegada de nuevos proyectos, lo que implica una falta de confianza en el futuro económico del país.
La situación se complica aún más por el limitado acceso a la justicia, que a menudo depende del poder económico, y por un sistema judicial que enfrenta graves problemas de impunidad. La expectativa de que la elección de nuevos jueces solucione problemas estructurales es una ilusión que engaña a la ciudadanía. La ineficiencia en la impartición de justicia y en el sistema penitenciario son cuestiones integrales que requieren soluciones que aborden cada eslabón de esta cadena.
Asimismo, la denominada “reforma judicial” parece menos un esfuerzo por mejorar el acceso a la justicia y más una maniobra política destinada a consolidar el poder de un régimen en detrimento de los contrapesos necesarios. Los ciudadanos que pensaban en la Corte como un garante de la constitucionalidad ahora se ven obligados a enfrentar un panorama donde la justicia podría depender más de la fortuna o del poder económico que de un verdadero sentido de equidad.
Las implicaciones de esta reforma son serias, y aunque han sido objeto de discusión en algunos círculos, su debate en las instituciones democráticas ha sido prácticamente inexistente. La apatía de la población hacia la votación programada puede ser un indicativo del pesimismo que rodea la situación política actual, un reflejo de un proceso de normalización del autoritarismo que erosiona los ideales democráticos.
Así, el panorama se presenta incierto para el futuro. En un momento donde se han logrado avances en la profesionalización del Poder Judicial, vemos cómo esos logros se ven amenazados. ¿Cuál será el costo de la falta de confianza en las instituciones judiciales? Pronto podría ser imperativo contar con recursos económicos para acceder a una justicia mínima, un signo claro de la deriva hacia un sistema que invisibiliza las necesidades fundamentales de los ciudadanos.
Las noticias actuales señalan que debemos estar atentos a los acontecimientos, aunque la información recopilada hasta 2025 nos deja claro que la situación ya era crítica en este periodo. La indiferencia o falta de acción podría llevarnos a un estado donde la desesperanza y la desconfianza se vuelvan la norma. Es un momento decisivo; la ciudadanía debería ser consciente de la relevancia de lo que está en juego en esta transformación del Poder Judicial.
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