A buen seguro que Carlos Pérez Siquier habrá cumplido hasta el final la máxima que repetía los últimos años: “Moriré con las fotos puestas”. Palabras de un hombre siempre socarrón, que hacía humor con el rostro serio y enamorado de la fotografía. Pérez Siquier, maestro en el uso del color, a la altura de su amigo Martin Parr, quizás mejor, ha fallecido este lunes a los 90 años en el Hospital Universitario Torrecárdenas de su Almería natal, donde había ingresado la semana pasada como consecuencia de un aneurisma en el abdomen, han informado fuentes cercanas al fotógrafo. Nacido en 1930, premio Nacional de Fotografía en 2003, fue un renovador de la fotografía española gracias, sobre todo, al impulso que dio desde la Agrupación Fotográfica Almeriense (Afal), nombre de la revista de esa asociación y del grupo de autores que modernizó el arte de la imagen en España a mediados de los cincuenta del siglo pasado. Pérez Siquier, junto a José María Artero, fallecido en 1991, pusieron en contacto, gracias a esta publicación, a fotógrafos de diferentes partes de España para dar a conocer sus trabajos y teorías, alejarse del salonismo y el pictorialismo reinantes en la fotografía nacional.
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Como la mayoría de grandes fotógrafos españoles, Pérez Siquier tenía otra ocupación, en un banco, que le permitía hacer lo que le gustaba aunque no pudiera vivir de ello. Entusiasmado con nuevos proyectos para dar a conocer su obra, el lunes pasado se inauguró una ampliación del Centro Pérez Siquier, que se levantó en Olula del Río (Almería) en mayo de 2017. “No paraba de hablar de la publicación y exposición que estábamos preparando”, ha declarado a informacion.center Juan Manuel Martín, director de la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino, de la que depende el Centro Pérez Siquier, espacio que alberga el archivo de este artista. Ese libro, “con unas 350 páginas”, señala Martín, “incluye fotos inéditas” de su trabajo más conocido, el que hizo en 1956, en blanco y negro, del deprimido barrio almeriense de La Chanca en los años cincuenta, una visión que iba más allá del retrato social gracias a la delicadeza de las imágenes que tomó de los habitantes y rincones de esa zona.
De entre las imágenes que tomó entonces destaca la denominada Niña blanca, el retrato que hizo a Ángeles Hernández, entonces una niña de 11 años a la que retrató con su vestidito blanco apoyada en el quicio de la puerta de su casa-cueva en el barrio almeriense. “Fue como un flechazo. Y yo que soy muy rápido le disparé una sola foto. Luego se metió a su casa sin cruzar una palabra y no volví a saber nada más de ella”, declaró a informacion.center con motivo de la muestra que le dedicó la Fundación Mapfre en Barcelona en 2020.
En 1962 volvió a La Chanca, pero para iniciar una serie en color, por esa época acabó la aventura de Afal y comenzó a trabajar como fotógrafo para el Ministerio de Información y Turismo. Precisamente, la llegada de “las suecas” a las costas españolas, “la aberración de la carne”, decía él, le inspiró para su siguiente trabajo, La playa, a partir de 1972, un motivo que le atrapó y al que volvía una y otra vez.
Alto, coqueto, con su pelo blanco siempre bien peinado, Pérez Siquier hacía gala de su ironía en los actos de homenaje que se le tributaron en los últimos años, como en una edición de los Encuentros fotográficos de Gijón, cuando recibió una gran cesta de productos asturianos y saltó: “Yo creía que era una muñeca hinchable”. Ese carácter juguetón que le llevaba a hacer fotos a amigos y conocidos en una comida o cena sin que se dieran cuenta, para enseñarles el resultado después.
Más formal fue la concesión del Nacional de Fotografía, en 2003, “en reconocimiento a su trayectoria profesional y a su constante afán de renovación en la búsqueda de nuevos lenguajes fotográficos, así como por la influencia que ha tenido en la fotografía española contemporánea”, señaló el jurado. En 2013, el festival PHotoEspaña le concedió el premio Bartolomé Ros por su trayectoria y en 2018, el Consejo de Ministros le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
De entre las exposiciones que se han dedicado a su obra, además de la mencionada en la capital catalana, destaca la que en 2005 protagonizó en la Fundación Telefónica y la que al año siguiente le dedicó el Centro Andaluz de la Fotografía. En 2015 el Museo Reina Sofía recibió de Pérez Siquier la documentación y archivos de Afal de su propiedad.
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