La inquebrantable relación de Angela Merkel con Vladímir Putin ha sobrevivido a siete años de tensión entre Rusia y la Unión Europea, pero amenaza con enturbiar el legado europeo de la canciller alemana. El empeño de Berlín en rematar un segundo gasoducto para importar gas ruso a través del Báltico y el deseo de Merkel -secundado por el presidente francés, Emmanuel Macron- de mejorar las relaciones con Moscú a pesar de las agresiones contra Ucrania, ha provocado las iras de los socios comunitarios que se sienten amenazados por el Kremlin.
Bruselas intenta esquivar el conflicto a solo dos meses de unas elecciones en Alemania que marcarán el final de la era Merkel. Pero la tensión en el seno de la UE, que ya provocó una revuelta de varios socios europeos contra la canciller en la cumbre de junio, se ha agravado en las últimas semanas y puede añadir inestabilidad a la salida de Merkel, sobre todo, si la canciller se mantiene en funciones durante un largo periodo hasta que se conforme un nuevo Ejecutivo en Berlín. Su previsible debilidad como jefa de Gobierno saliente la expone a ataques más furibundos de los que ha vivido durante sus 16 años en el poder. El choque puede tensar las cumbres europeas de finales de año, a las que Merkel ya asistirá estando en funciones mientras su sucesora o sucesor no tome el relevo.
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La tormenta en la UE arreció de nuevo a finales de julio, cuando Merkel logró in extremis el visto bueno de Washington al polémico gasoducto del Báltico, una infraestructura bautizada como Nord Stream 2 y que doblará la capacidad de las tuberías existentes (Nord Stream 1) hasta alcanzar los 110.000 millones de metros cúbicos para transportar un gas suministrado en exclusiva por Gazprom, la empresa energética del Estado ruso.
El acuerdo de Merkel y Biden ha causado conmoción en los países vecinos de Rusia, tanto dentro de la UE (Polonia, Estonia, Letonia y Lituania) como fuera (Ucrania). La canciller alemana ha sido acusada de brindar un triunfo geoestratégico a Putin e, incluso, de poner en peligro la supervivencia económica de Ucrania como Estado independiente porque perderá sus ingresos por el tránsito de un gas ruso que ahora llegará a Europa directamente a través del Báltico.
“La versión pesimista es que el Nord Stream 2 es una trampa diabólica para la relación transatlántica”
Constanze Stelzenmüller, doctora en Derecho y titular en el Brookings Institution
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Algunos analistas, sin embargo, ven oportunidades y riesgos en el reciente acuerdo entre Merkel y Biden. Constanze Stelzenmüller, doctora en Derecho y titular en el Brookings Institution del área sobre Alemania y las relaciones transatlánticas, augura dos posibles desenlaces. “La versión pesimista es que el Nord Stream 2 es una trampa diabólica para la relación transatlántica”, apunta Stelzenmüller.
La analista recuerda que frenar el proyecto a partir de sanciones estadounidenses hubiera dañado peligrosamente la relación entre Berlín y Washington y hubiera expuesto al Gobierno alemán a reclamaciones por daños y perjuicios de hasta 10.000 millones de euros. Pero señala que “el pacto entre EE UU y Alemania socava la unidad europea. En todos los casos, el Kremlin parece ganador”.
Stelzenmüller, sin embargo, también contempla “una versión optimista”. En ese escenario, el acuerdo de Merkel y Biden “ha convertido a Berlín en el protector político de Ucrania y, pase lo que pase, será responsabilidad de Alemania”. El compromiso germano podría beneficiar a otros países de la zona. “Si miramos al conjunto de la región, la sociedad civil en Ucrania, Bielorrusia y Moldavia está optando por Europa. En este escenario, el Kremlin parece perder”, remata la analista alemana.
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