El delicado juego de orfebrería política para encontrar al sucesor de Sergio Mattarella al frente de la presidencia de la República italiana, que se escenifica en el Parlamento y en los salones del poder, ya ha comenzado, pese a que es un largo proceso y las votaciones oficiales no se abren hasta mediados de enero. Por ahora no hay ningún nombre firme sobre la mesa, pero el del actual primer ministro, Mario Draghi, de 74 años, suena con fuerza desde hace tiempo. Italia está en pleno proceso de reformas para asegurar la buena marcha de las inversiones con los fondos europeos y aún queda un año de legislatura, lo que complica la batalla.
Frente del Ejecutivo italiano
Pero este miércoles, el expresidente del Banco Central Europeo, al frente del Ejecutivo italiano desde febrero, ha abierto por primera vez la puerta a presentarse como candidato a jefe del Estado. “Mi destino personal no cuenta. No tengo aspiraciones particulares de ningún tipo. Soy un hombre, si queréis, un abuelo al servicio de las instituciones”, ha deslizado, dando a entender que está disponible para convertirse en el próximo inquilino del Palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República.
“La responsabilidad de la decisión está completamente en las manos de las fuerzas políticas”, ha añadido Draghi en la tradicional conferencia de prensa de fin de año, en la que ha hecho balance y durante cerca de dos horas y media ha respondido a las preguntas de los periodistas. Draghi se ha referido al tema en ocasiones con un tono jocoso, incluso ha soltado una carcajada cuando le han preguntado si permanecería en el Gobierno hasta 2023 y ha evitado exponerse demasiado, pero ha despejado la incógnita.
El ejecutivo cumple
Y ha dejado claro que el Ejecutivo que dirige ha cumplido con buena parte de sus encargos, ha creado las condiciones necesarias para utilizar de forma eficaz los fondos del plan de recuperación, ha asegurado el crecimiento económico, ha conseguido buenos resultados en la lucha contra la pandemia y podría seguir adelante sin él. “El Gobierno puede avanzar independientemente de quién esté al frente. Es el Parlamento el que decide”, ha señalado Draghi. Ha precisado además que el Ejecutivo en este tiempo ha cumplido los 51 objetivos del plan nacional de recuperación que se había marcado para este año y que había negociado con la Comisión Europea.
De sus palabras se deduce que alguien podría ocupar su puesto, apoyado por la misma mayoría heterogénea que ahora le apoya. La partida del Quirinal, que se juega cada siete años, siempre es complicada y de consecuencias imprevisibles, pero Draghi, el jefe de Gobierno más popular en décadas en Italia, es uno de los pocos que podría ser votado por todo el Parlamento para ser el próximo presidente.
El hipotético ascenso de Mario Draghi
Hasta hace no mucho, el ascenso de Draghi a la colina del Quirinal se consideraba difícil y se pensaba que alteraría el equilibrio político, supondría el fin de la actual mayoría parlamentaria y abocaría al país a elecciones anticipadas. Pero con las declaraciones del primer ministro esta teoría pierde fuerza.
Bajo su batuta, el Gobierno italiano ha adoptado en un tiempo récord varias reformas largamente solicitadas por la Comisión Europea. La última, aprobada en noviembre, limita los obstáculos a la competencia, simplifica las normas de los concursos públicos y combate los monopolios. Esta reforma de la competencia se suma a la reciente reforma de la justicia italiana, considerada una de las menos eficaces de Europa, para agilizar los largos procedimientos y aliviar la carga de los tribunales. Además, en octubre, el Gobierno también adoptó una reforma destinada a regularizar los inmuebles que nunca fueron declarados en el registro de la propiedad, conocidos como “casas fantasma”, estimados en más de un millón.
La presidencia italiana
Tiene poderes limitados y en gran parte sus intervenciones son ceremoniales, pero el presidente de la República, como ha demostrado Mattarella en los últimos años, puede llegar a desempeñar un papel clave en la resolución de crisis de Gobierno o los habituales callejones sin salida de la política italiana. Tener una figura de relieve y respetada internacionalmente como Draghi enviaría una señal de estabilidad y credibilidad.
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