La condición humana es algo tan retorcido como misterioso y Tijuana es su capital. A Lourdes Maldonado el Estado le había prometido protección. Ella dijo que temía por su vida y ellos le aseguraron que tendría policías en su puerta, cámaras o un botón de pánico en caso de peligro inminente…Pero nada de eso llegó y un tipo se acercó y le disparó en la cabeza en el lugar donde ahora está Chato tumbado.
El perro de color canela llevaba 24 horas inmóvil junto a la puerta de la vivienda. Frente al animal la calle es un ir y venir de periodistas, forenses, autoridades, investigadores y policías hasta que alguien repara en el perro triste al otro lado de la cinta amarilla y toma una foto que termina de romper a todos.

Con la cabeza hundida entre las patas, Chato era el único abatido. Sus ojos eran dos tristes rayas que no había podido cumplir la tarea de protegerla y a la puerta de la vivienda el animal parecía el más humano de todos.
Pasó noche y día inmóvil y sin comer, velando a su dueña bajo el dintel. Chato acompañaba a Lourdes y a tres gatos más desde que hace algunos años la periodista lo recogió de la calle y lo adoptó. Chato tuvo un pasado en el que fue fiero, luego devino en guerrero apaleado y terminó siendo una canción de José Alfredo: “Allí estaba echado un perro, sin comer y sin dormir / Quería mirar a su dueño, no le importaba vivir / Así murió el perro negro. Aquel enorme guardián / Que quiso mucho a Gilberto y dio muerte a don Julián”.

Cuando periodistas, forenses, autoridades, investigadores y policías habían dejado el lugar, una niña en pijama se acercó sutil a la cinta amarilla que acordonaba la vivienda. La niña caminó, se agachó suavemente y susurró a los gatos para avisarles que había llegado con comida. Al otro lado de la línea amarilla dejó otro plato para Chato.
Al día siguiente, su vecina Xiomara llegó para llevarse los gatos y otra más para convencer a Chato que había que comer y caminar un rato. Así, poco a poco, junto a la puerta fueron floreando muestras de cariño donde antes había un erial y una canción de José Alfredo. Los parientes de Lourdes aún no habían llegado a reconocer el cadáver, pero su familia ya estaba atendida.

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