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La candidata de la derecha tradicional chilena, Evelyn Matthei, economista de 71 años, busca contra el reloj un milagro: en solo cuatro semanas -lo que resta para las elecciones del 16 de noviembre próximo- alcanzar al candidato de la derecha extrema, el ultra José Antonio Kast, abogado de 59 años. De acuerdo a los sondeos de opinión, será Kast el que pasará a la segunda vuelta del 14 de diciembre con la comunista Jeannette Jara (51), exministra del Trabajo de Gabriel Boric, la carta del oficialismo. Matthei, arropada por la coalición Chile Vamos y los partidos centristas Amarillos y Demócratas, agota sus últimos cartuchos en marcar diferencias con los candidatos que llevan la delantera y con el propio Gobierno. Intenta, con dificultad, mostrarse como la alternativa lejana a los extremos en una elección presidencial polarizada. Pero el tiempo se le acaba.
De acuerdo a Radar electoral, que informa el promedio de las encuestas, Jara tiene un 29,3%, por lo que pasaría a segunda vuelta. Su mayor reto consiste en alcanzar una mayoría, frente a una oposición fuerte. Kast, en tanto, llega al 23,9%, mientras que Matthei se instala en un 15,34%. La economista de la derecha liberal, sin embargo, tiene un riesgo adicional: el candidato libertario Johannes Kaiser (todavía más a la derecha que Kast). Según el sondeo Panel Ciudadano-UDD, difundido este sábado, Kaiser ha subido de 10% a 13% en una semana y se ha instalado a solo tres puntos de Matthei, llega a un 16%. Este estudio de opinión muestra a Jara en el primer lugar con un 24% y a Kast con un 23% en un escenario de primera vuelta.
Es una figura tradicional de aquella derecha chilena que desde la oposición protagonizó la transición a la democracia. En los últimos 35 años Matthei fue diputada, senadora, ministra del Trabajo del primer Gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) y, luego, alcaldesa del municipio de Providencia durante dos períodos, ocho años. Fue en este cargo desde donde se consolidó como una candidata competitiva de su sector y, por meses, lideró la encuestas que medían a las figuras fuertes para suceder a Boric en La Moneda a partir de marzo de 2026. Pero su candidatura ha sido compleja: Matthei ha cometido muchos errores -llegó a decir que los muertos de la dictadura eran inevitables, al menos en los primeros años del régimen de Augusto Pinochet-, ha mostrado la desconfianza de siempre ante los partidos políticos, pero, sobre todo, no ha sabido ubicarse respecto de Kast. Si en una primera etapa de este 2025 luchó con el ultra por la dureza en sus discursos, luego de la primaria del oficialismo de fines de junio busca instalarse como la alternativa intermedia entre la izquierda de Jara y la nueva derecha del republicano.
Esta semana hubo un espacio de paz. El martes, en el Encuentro Nacional de Empresas (Enade), el principal foro que reúne al mundo político y el sector privado, Matthei le dijo a Kast públicamente que lo perdonaba por el episodio de la red de bots destinada a cuestionar su salud mental, supuestamente conformada por cercanos al Partido Republicano. “Te perdono y doy vuelta la página”, le dijo públicamente. El republicano siempre descartó que la campaña de desprestigio haya provenido de sus filas, pero el perdón de Matthei daba por hecho que Kast tuvo alguna responsabilidad en el episodio que ella denunció a mediados de julio. En paralelo, la candidata de la derecha tradicional logró con este gesto contener la presión que ejercen los partidos que la apoyan y los empresarios para que no ataque al candidato ultra, que tiene las mayores posibilidades de pasar a segunda vuelta con Jara y, de no cometer errores, quedarse con la Presidencia.
A diferencia de algunos dirigentes importantes de su propio sector, Chile Vamos, la candidata Matthei se ha resistido a declarar que apoyará a Kast en un balotaje. Cuando faltan apenas cuatro semanas para la elección, apela a que el republicano cometa equivocaciones que lo saquen de la posición de ventaja. Kast, sin embargo, se cuida en extremo -no participa, de hecho, de todos los foros de campaña-, aunque los dirigentes que lo arropan no hacen lo mismo. Esta semana, la secretaria general del Partido Republicano, Ruth Hurtado, aseguró que Jaime Guzmán -considerado el padre intelectual de la UDI, donde milita Matthei- habría votado por Kast de haber estado vivo (fue asesinado en 1991). Las palabras de Hurtado volvieron a calentar los ánimos entre las dos derechas chilenas.
Antes, fue el principal estratega de Kast, Cristián Valenzuela, el que escribió una columna que incendió la pradera política y dejó en una incómoda posición a su candidato y la relación con la derecha tradicional. La tituló Parásitos y, en ella, cargó contra los funcionarios públicos en gobiernos de todos los signos políticos, incluyendo, por lo tanto, a las dos administraciones de derecha de Piñera (2010-2014 y 2018-2022). Los de Chile Vamos no lo pasaron por alto, sobre todo porque el expresidente sigue siendo, incluso luego de su trágica muerte en febrero de 2024, la principal figura de la derecha moderada. Su imagen, de hecho, ha sido protagónica de la campaña de Matthei, que fue su alumna en la universidad, subalterna, amiga y aliada política, luego una ferviente adversaria a comienzos de los noventa -ambos aspiraban a ocupar la Presidencia en el segundo Gobierno democrático- y, tras una reconciliación- su ministra.
Si alguna vez pareció posible que fueran Kast y Matthei los que pasen a segunda vuelta, este escenario hoy no resulta viable: Jara captura el 30% que se ha mantenido fiel al Gobierno de Boric. Será una de las derechas, por lo tanto, la que sucumbirá ante la otra.
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