El reciente y trágico asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores de Clara Brugada en el gobierno de la Ciudad de México, ha generado un torrente de reacciones y condenas en el ámbito político. Sin embargo, también ha puesto de manifiesto una dolorosa y persistente realidad: la justicia parece ser un privilegio reservado para la clase política.
En el ámbito de las redes sociales, la conversación ha adoptado un matiz diferente. A pesar de que más del 98% de los comentarios han expresado su rechazo ante el asesinato violento de estos funcionarios, ha emergido un notable 62% de usuarios que comenta sobre la velocidad con la que están avanzando las investigaciones. Este fenómeno no sólo es un comentario sobre el caso, sino que revela un crítico abismo entre la ciudadanía y el gobierno, sugiriendo que el motivo de la indignación popular no es la diligencia en este caso en particular, sino que resalta la evidente falta de atención a otros 200,000 homicidios ocurridos en el sexenio pasado.
Otro aspecto que ha captado la atención en las redes es la notable ausencia de insinuaciones por parte de los actores políticos de oposición, algo que antes sucedía con frecuencia bajo otras administraciones. Cuando se trata de funcionarios, nadie se atreve a insinuar que su trágico destino pueda ser resultado de “malos pasos”, contexto que ha sido utilizado contra ciudadanos comunes y colectivos de búsqueda por parte de figuras políticas en el pasado. Este tratamiento desigual sugiere que el dolor y sufrimiento de la ciudadanía rara vez son prioridad, a menos que el crimen alcance a quienes ocupan posiciones de poder.
Lo que destaca en este momento crítico es la disparidad en la respuesta gubernamental. La indignación por el asesinato de estos funcionarios se ha traducido en acciones rápidas y firmes, contrastando con la apatía y la indiferencia que han caracterizado la gestión de la violencia en el resto de la población. Este desbalance provoca una sensación de injusticia ante una realidad que muchas veces invisibiliza las víctimas cotidianas de la violencia en informacion.center.
Es imperativo que la triste muerte de Guzmán y Muñoz no sea en vano. Este trágico acontecimiento debería servir de impulso para que nuestros líderes reconozcan la urgencia de abordar la violencia en México, una epidemia que, a menudo, borra de la memoria los nombres y rostros de sus víctimas.
En otras aristas del panorama político, el reciente incidente donde un político obligó a un ciudadano a ofrecer disculpas públicas revela una actitud elitista y apabullante hacia la ciudadanía. Este tipo de acciones pone de manifiesto cómo las leyes y protecciones parecen estar destinadas a favorecer a los poderosos en lugar de servir a la gente a la que deberían proteger.
La sociedad se encuentra en un punto crítico, donde es vital alzar la voz, buscar justicia y exigir un cambio real en la forma en que se aborda la violencia y el papel de quienes están en el poder. La esperanza es que este doloroso episodio impulse a la acción y la reflexión necesaria para construir un contexto más justo y humano.
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