Valéry Giscard d´Estaing pasó el resto de su vida, casi 40 años, sintiéndose víctima de una injusticia. Fue el precursor de Emmanuel Macron como “niño prodigio” de la V República y su presidencia (1974-1981), pese a los tiempos turbulentos de la gran crisis del petróleo, estuvo llena de logros. Pero no logró la reelección. Entonces se volcó en las cuestiones europeas y en su región, Auvernia, donde puso las bases de la actual prosperidad. Nuevas derrotas electorales acabaron con su paciencia. En 2004 se fue de Auvernia y, literalmente, mandó a paseo a sus conciudadanos.
La base de Giscard, generalmente conocido como VGE, fue siempre Chamalières, una elegante localidad contigua a Clermont-Ferrand (centro del país) que hoy cuenta con unos 17.000 habitantes. VGE ganó en 1967 la alcaldía de Chamalières y desde su ayuntamiento lanzó en 1974 la campaña que le llevó al Elíseo. Hoy el alcalde es Louis Giscard, hijo del antiguo presidente. Por alguna razón, el hijo ha preferido no hablar de su padre (fallecido en 2020) con este periódico. En cualquier caso, en la ciudad se recuerda a VGE. Aunque quizá no de la forma que él habría preferido.
“¿Giscard? Au revoir”, ríe un padre que lleva un niño a hombros. “Au revoir”, repite el crío. Esa frase persiguió al pobre VGE desde el final de la presidencia. Profundamente herido por su derrota frente a François Mitterrand, VGE dirigió un mensaje televisado a los franceses en el que repasó los éxitos de su mandato. Para concluir, dijo “Au revoir”. Se levantó de la silla, volvió la espalda a la cámara y caminó muy tieso hacia la puerta de salida. Pero la puerta quedaba muy lejos y la marcha, con el “Au revoir” flotando en el ambiente, se hizo eterna. El eco del “Au revoir” sigue sonando en YouTube.
VGE fue ministro de Economía a los 37 años, como Emmanuel Macron. Tardó un poco más que Macron en llegar a la presidencia (lo hizo con 48 años), quizá porque eran otros tiempos. En cuanto a poderío tecnocrático, lo suyo era de nivel máximo. Se graduó en la Escuela Nacional de Administración, como Macron, y ganó la oposición a la Inspección de Finanzas, como Macron. Pero además se graduó como ingeniero en la muy elitista Escuela Politécnica.
En los siete años de mandato (ahora son cinco) hizo muchísimo: despenalizó el aborto, gracias al empuje de su ministra de Sanidad, Simone Veil; facilitó el divorcio; impulsó la primera reunión del Grupo de los Siete para afrontar la inflación y el desempleo en los países occidentales; desarrolló el tren de alta velocidad. Solo la oposición de sus aliados gaullistas le impidió abolir la pena de muerte. Y redujo desde los 21 a los 18 años la edad mínima para votar. Fue el gran modernizador de Francia.
Su reelección en 1981 parecía asegurada. Instalado en su posición de rey republicano, convencido de su talento y su popularidad, revestido de porte aristocrático, el hombre que siempre vivió en castillos descuidó las minucias de la campaña electoral. No se molestó siquiera en acudir a Chamalières para el discurso de presentación: lo hizo con estudiada frialdad desde el despacho del Elíseo.
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