En la Ciudad de México, la preocupación por la seguridad y la movilidad se ha intensificado debido a la creciente violencia y desorden que acompaña a las rodadas en las que diversas comunidades ciclistas se manifiestan. Este fenómeno, que anteriormente era visto como una celebración del uso de la bicicleta y un espacio para la convivencia, se ha transformado en un escenario donde el miedo y la incertidumbre predominan.
Las rodadas, eventos que reúnen a cientos, incluso miles de ciclistas, han sido convocadas con el objetivo de promover el uso de la bicicleta como medio de transporte sostenible y hacer visibles las necesidades de infraestructura ciclista en la ciudad. Sin embargo, en los últimos meses, estas actividades se han visto manchadas por actos de violencia que desestabilizan el ambiente pacífico que los caracteriza. Videos y testimonios de ciclistas han circulado en redes sociales, mostrando la creciente alarma entre los participantes ante la posibilidad de enfrentamientos y agresiones.
El impacto de esta situación va más allá del ámbito de la movilidad; también se relaciona con el fenómeno de la violencia urbana que ha crecido en los últimos años en la capital. Los ciclistas han expresado su preocupación no solo por su seguridad personal, sino también por la percepción de que la ciudad se ha vuelto un espacio hostil para quienes optan por formas alternativas de transporte. Esto ha llevado a muchos a reconsiderar su participación en estas rodadas, lo que podría afectar el impulso hacia una movilidad más sostenible.
Por otro lado, las autoridades han sido cuestionadas por su capacidad de garantizar la seguridad durante estos eventos, lo que ha llevado a múltiples conversaciones sobre la necesidad de establecer protocolos de seguridad más efectivos y adecuados a la magnitud de estas concentraciones. Algunos colectivos han propuesto la inclusión de elementos de seguridad, como el apoyo de policías y la implementación de rutas seguras, con el fin de prevenir situaciones de riesgo durante las rodadas.
El fenómeno de las rodadas en la Ciudad de México tiene el potencial de ser un catalizador para promover la movilidad activa y sostenible. Sin embargo, es esencial que tanto los organizadores como las autoridades encuentren un punto de equilibrio donde la seguridad y el derecho a la protesta pacífica sean respetados. Abordar estas preocupaciones es urgente si la ciudad desea seguir avanzando hacia una cultura que apoye la bicicleta como una alternativa viable frente al tráfico y la contaminación.
En este contexto, el debate sobre el futuro de las rodadas en la capital tendrá que incluir la voz de todos los involucrados: ciclistas, autoridades y residents. Solo a través de un diálogo constructivo se podrá garantizar que estos eventos sigan siendo espacios de expresión y reivindicación y no se conviertan en motivo de miedo y caos. La Ciudad de México, con su vasto potencial para mejorar la calidad de vida de sus habitantes mediante una movilidad inclusiva y segura, se encuentra en un momento crucial que definirá su rumbo en los años venideros.
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