El presidente Donald Trump ha comenzado su segundo mandato con un impactante despliegue de más de 140 órdenes ejecutivas, marcando un inicio veloz y decididamente audaz. Estas acciones buscan no solo atender sus promesas de campaña, sino también transformar el papel de Estados Unidos en el escenario global, mientras intenta reducir la influencia del gobierno federal.
Sin embargo, la tarea de Trump se complica en esta nueva fase, donde debe unir a un partido republicano dividido en el Capitolio. Según Stephen Dover, estratega de Franklin Templeton, estos primeros 100 días fueron solo el calentamiento; ahora “viene la parte difícil”. Los próximos 100 días estarán marcados por la necesidad de construir coaliciones legislativas para aprobar leyes críticas, en un contexto donde también se debe abordar la reducción del déficit federal.
Aunque su uso del poder ejecutivo ha sido sin precedentes entre los presidentes modernos, Trump enfrenta límites significativos. Muchas de las reformas que desea implementar requieren la aprobación del Congreso, lo que representa un desafío dado su actual capital político. Con encuestas que reflejan una disminución en su popularidad y una creciente desconfianza hacia su gestión de temas como la inmigración y el comercio, el panorama se complica aún más.
La historia nos muestra que las órdenes ejecutivas son frágiles y pueden ser revocadas por futuros presidentes, un hecho que Trump ha vivido de cerca a través de fallos judiciales que han anulado algunas de sus decisiones. Para que su legado perdure, será esencial una estrategia audaz que favorezca la creación de consensos, algo en lo que su historial es limitado.
Durante su primera administración, si bien logró algunos hitos como los Acuerdos de Abraham y un nuevo acuerdo comercial con Canadá y México, no logró revocar el Obamacare, una de sus principales promesas. En los primeros 100 días de su primer mandato, solo logró que cinco proyectos se convirtieran en ley, el rendimiento legislativo más bajo en décadas.
Los republicanos han establecido un plazo del 4 de julio para lograr avances significativos en la agenda de Trump, que prioriza la extensión de los recortes fiscales e implementación de reformas prometidas. No obstante, la escasa mayoría en ambas cámaras del Congreso exigirá una unidad casi perfecta entre los republicanos, lo que se ve amenazado por las diferencias internas sobre recortes fiscales y rumbo a seguir.
Andrew Koneschusky, un exasesor del Senado, prevé que los próximos días serán “mucho más difíciles”, subrayando que es cada vez más complicado lograr un equilibrio que satisfaga a todas las facciones dentro del partido. La incertidumbre se cierne no solo sobre la agenda de su administración, sino también sobre la contienda electoral venidera, que podría limitar su capacidad para legislar.
Trump depende de procedimientos parlamentarios que le permitan avanzar sin el apoyo demócrata, dado que la oposición se ha manifestado de manera contundente, considerando su agenda “antiestadounidense”. La presión está en marcha, y el tiempo juega en contra del presidente mientras busca dejar una huella significativa en su segundo mandato, enfrentándose al desafío monumental de transformar sus visiones en realidades legislativas.
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