Despertarse por la mañana y, casi sin abrir los ojos, dirigirse a la cocina para preparar una taza de café es una imagen que a menudo se romanticiza en el cine. Esta rutina, que muchos consideramos vital para iniciar el día, puede ser revisitada a la luz de recomendaciones de expertos en salud. Durante años, la creencia de que la cafeína es la solución mágica para combatir la somnolencia, incluso tras una noche de descanso incompleto, ha sido común.
Sin embargo, tras escuchar a diversas voces autorizadas, se ha planteado la posibilidad de retrasar la toma de café. Esta postura se basa en la idea de que ingesta de cafeína en el primer momento del día puede elevar los niveles de cortisol, una hormona esencial para el funcionamiento del cuerpo humano. Según la psiconutricionista Itziar Digón, al levantarnos, nuestro organismo ya comienza a generar cortisol de manera natural. Al introducir cafeína en este momento, se podría potenciarlos niveles de estrés, contribuyendo a un estado de nerviosismo. La recomendación es sencilla: esperar una hora o dos hasta que el nivel de cortisol naturalmente descienda, permitiendo que la cafeína actúe como un estimulante eficaz sin disparar la ansiedad.
La analogía de no consumir café pronto por la mañana se puede comparar con el deseo de evitar el uso del móvil al despertar. En ambos casos, se trata de permitir que el cuerpo active sus procesos de manera orgánica, sin la adición de factores estresantes. El cortisol, a menudo mal visto, es crucial; según Isabel Viña Bas en su obra “Pon tus hormonas a funcionar”, se trata de una hormona tan vital que sin ella, un ser humano no podría subsistir más de 24 horas.
Además, en lugar de esa primera taza de café, el simple acto de beber un vaso de agua al despertar puede brindar múltiples beneficios. No solo ayuda a combatir la deshidratación tras varias horas sin líquido, sino que también propicia un mejor drenaje de líquidos en el organismo, favoreciendo una sensación renovada y activa al inicio del día.
En resumen, ajustar nuestros hábitos matutinos podría no solo contribuir a un estado de ánimo más equilibrado, sino también a un rendimiento óptimo a lo largo de la jornada. La ciencia detrás de estos cambios ofrece una mirada fresca sobre cómo interactuamos con nuestro cuerpo en los momentos más importantes del día.
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