En el contexto actual de la política mexicana, el escándalo en torno a Hernán Bermúdez, exsecretario de Seguridad de Tabasco, ha resurgido viejas acusaciones y ha generado una creciente tensión entre los morenistas y la oposición. La historia comenzó con la designación de Bermúdez por el presidente Andrés Manuel López Obrador en diciembre de 2019, a pesar de las advertencias de consultores que lo identificaron como “persona de interés” en bases de datos de inteligencia federal. En un giro sorprendente, el presidente eligió despedir a los consultores y mantener a Bermúdez en su puesto.
Con el paso del tiempo, la situación se complicó aún más. En 2022, los “Guacamaya Leaks” revelaron nuevos vínculos entre Bermúdez y “La Barredora”, un grupo señalado por su conexión con el Cártel Jalisco Nueva Generación. A pesar de estos vínculos, Bermúdez se mantuvo en su posición hasta que una ola de violencia en Tabasco en enero de 2024 lo obligó finalmente a renunciar. Ahora, con una orden de aprehensión en su contra y una ficha roja de Interpol, su situación es crítica.
La relación de amistad de más de 30 años entre Bermúdez y López Obrador añade una capa de complejidad a este asunto. El vínculo personal entre ambos se formó en los años noventa, en el gobierno interino de Manuel Gurría en Tabasco, lo que parece haber influido en la designación de Bermúdez. Al igual que Felipe Calderón, quien enfrentó críticas por la selección de Genaro García Luna, López Obrador se encuentra en una posición complicada. Los morenistas, que antaño cuestionaron la decisión de Calderón, ahora se ven obligados a defender a su líder frente a la acusación de que ha hecho caso omiso a las advertencias sobre los antecedentes de Bermúdez.
La presidenta de Morena, Claudia Sheinbaum, ha afirmado que no existe una investigación formal contra López Obrador y que no hay pruebas que lo vinculen directamente con Bermúdez. Sin embargo, esta defensa contrasta notablemente con la postura adoptada contra Calderón, donde la simple sospecha fue suficiente para cuestionar su liderazgo.
Este escándalo es particularmente perjudicial para Adán Augusto, actual coordinador de Morena en el Senado, ya que su imagen de eficacia y disciplina se ve empañada por la gestión de seguridad en Tabasco, que ha sido calificada como un fracaso. A medida que la situación escala, la percepción de colusión e inseguridad puede abrir un resquicio para la oposición en Tabasco y pone en tela de juicio el discurso anticorrupción que ha sostenido Morena a nivel nacional.
La decisión que enfrenta el partido es compleja: respaldar a Adán Augusto, a pesar de las alarmantes señales, podría conllevar riesgos significativos. En un panorama político donde la credibilidad es clave, mantenerse firme en su discurso anticorrupción sin caer en la protección de figuras cuestionadas es un desafío urgente.
Así, el futuro de López Obrador y su partido podría depender de cómo aborden esta situación, recordando que, como se ha sugerido, el caso de Bermúdez podría comenzar a compararse con el de Calderón si no se actúa con transparencia.
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