Abengoa protagoniza la mayor suspensión de pagos en España desde la de Martinsa-Fadesa (pasivo de 7.000 millones, en julio de 2008). La firma sevillana tiró la toalla este lunes tras años tratando de sortear la quiebra y unos últimos meses al límite. En el caso de la tecnológica, aunque no ha presentado las cuentas auditadas de 2020, se estima que su deuda ronda los 6.000 millones, por lo que queda cerca de Martinsa y supera a la quiebra de Reyal Urbis en febrero de 2013 (pasivo de 4.400 millones).
La firma andaluza solicitó finalmente el concurso voluntario de acreedores tras encadenar rescates, acuerdos de reestructuración y aplazamientos en el pago durante años. En esta última ocasión ha fracasado en el intento y no ha conseguido que le otorguen los consentimientos necesarios para extender por enésima vez el plazo para el cierre y ejecución del acuerdo de reestructuración.
En los últimos resultados presentados por la firma a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), del primer trimestre del año pasado, contaba con más de 4.000 millones de euros de deuda financiera y más de 1.200 millones de deuda con proveedores. Estos números, que dibujan un panorama sombrío, son previos a los estragos que haya provocado la crisis del coronavirus. Abengoa llegó a la pandemia con deberes por hacer y acumulaba unos pasivos totales de cerca de 8.000 millones en el conjunto del grupo, incluyendo algunos de difícil clasificación.
La crisis profunda que atraviesa la firma sevillana tuvo en 2015 su punto álgido, cuando se declaró en preconcurso de acreedores —entonces afloró una deuda tanto financiera como a proveedores de 20.000 millones que la convirtió en participaciones de capital, de forma que los acreedores se quedaron con el 95% de la compañía—. Desde entonces solo ha conseguido avanzar a trompicones sin vislumbrar una salida a medio plazo.
Sobre su pasivo actual, resulta difícil cuantificar el total que declara ahora Abengoa por varios motivos: la firma no presenta resultados desde el primer trimestre del año pasado; el grupo cuenta con diferentes filiales que a su vez tienen otros concursos; y además es probable que parte del pasivo no se pueda considerar como concursal por su naturaleza o por pertenecer a filiales que tienen otros concursos.
El último plazo vigente, el que ha terminado derribando las esperanzas de la firma, se cumplió el pasado viernes. Hasta entonces, se han planteado todas las alternativas posibles. El enfrentamiento entre el Gobierno de España y la Junta de Andalucía tampoco ha ayudado a lograr una salida a la crisis, al menos en el corto plazo. En este contexto, la compañía tenía que buscar un fondo que aportase los 20 millones de euros de su rescate, una cantidad que la Junta de Andalucía rechazó asumir para evitar la quiebra. Y el Gobierno de España, sin esa garantía, no blindaba las ayudas a través del ICO y del Cesce. Un triste final que corta el pequeño hilo de esperanza que mantenía una plantilla de cerca de 14.000 empleados, de los que unos 3.000 trabajan en España.
De esta forma, Abengoa se acoge al último instrumento posible para solventar su situación extraordinaria (el concurso solo se puede utilizar cuando las empresas no cuentan con la liquidez necesaria para cumplir con sus obligaciones). Y lo hace con nota: si se tiene en cuenta solo la deuda financiera y con proveedores —unos 6.000 millones—, Abengoa pasará a la historia por protagonizar la mayor quiebra desde la Gran Recesión.
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