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Javier Milei no tiene previsto modificar el sistema de bandas que rige para el tipo de cambio, pese a las presiones del mercado para que permita la libre flotación del peso frente al dólar. El presidente de Argentina defiende ahora los controles, de los que renegaba antes de llegar al poder, justo antes de un nuevo viaje a Estados Unidos para participar en un foro de negocios en Miami y pocas semanas después de que la Casa Blanca concretase un rescate que sirvió de balón de oxígeno al ultraderechista para las elecciones legislativas y que muchos daban por descontado que acabaría derivando en una libre flotación. No será así.
“Las bandas [de fluctuación] están diseñadas para abrirse con el tiempo, y llegará el momento en que serán irrelevantes”, ha argumentado Milei en una entrevista con el Financial Times. Justifica, así, en un medio de referencia para quienes manejan los hilos de las finanzas internacionales, su intención de mantenerlas vigentes al menos hasta las elecciones presidenciales de finales de 2027. “Tenemos un programa y lo vamos a seguir manteniendo”.
El tipo de cambio argentino fluctúa entre dos bandas cuyo piso y techo se amplían al 1% mensual. El sistema está vigente desde abril, cuando el Gobierno acordó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un rescate de 20.000 millones de dólares (algo más de 17.300 millones de euros). El techo de la banda se encuentra hoy en 1.491 pesos para el dólar mayorista, muy cerca de la cotización que tiene desde hace semanas.
La presión del mercado hacia un sistema de flotación libre fue especialmente alta en la previa de las elecciones legislativas de medio término del pasado 26 de octubre. Las encuestas auguraban un duro trance para la ultraderecha frente al peronismo. La posibilidad de una mala elección aceleró la inestabilidad del peso.
Milei, en cambio, pudo sostener el tipo de cambio por debajo del techo de la banda gracias a la ayuda del Tesoro de Estados Unidos, que le otorgó un swap (intercambio de monedas) de 20.000 millones de dólares y hasta intervino directamente en el mercado con unos 2.000 millones de dólares. Trump condicionó explícitamente la continuidad de la ayuda a un triunfo electoral de Milei. Y el efecto miedo fue más eficiente de lo previsto sobre el electorado argentino: para sorpresa de todos y en contra de lo que decían los sondeos, la extrema derecha hizo una excelente elección, imponiéndose incluso en la provincia de Buenos Aires, bastión del peronismo kirchnerista.
Ese triunfo electoral ha dado nuevos bríos a Milei, tantos que ahora ha decidido resistir las numerosas demandas para que libere la moneda de cualquier control estatal. El único cambio ha sido, hasta ahora, que el banco central comprará divisas aunque la cotización no llegue al piso, como se había autoimpuesto antes de las elecciones.
La falta de reservas internacionales ―que paliaría la libre flotación de la que ahora reniega Milei― es, sin embargo, lo que más preocupa al Fondo Monetario y a los tenedores de bonos, hasta el punto que hace poco más de un mes se temía una inminente cesación de pagos. Solo la mano de Trump, generosa con su correligionario y gran aliado político en América Latina, permitió despejar los fantasmas.
Milei afirma ahora que el “aumento en la demanda de dinero” previsto para los próximos meses, producto del fin de la incertidumbre electoral, facilitará la acumulación de reservas. Y sostiene que quienes insisten en la libre flotación de peso han sido influenciados por “economistas y consultoras locales, que sistemáticamente se han equivocado en esto”.
En busca de aliados políticos
El Gobierno ha encarado un plan de reformas estructurales que confía en poder sacar gracias a su mayor presencia en el Congreso. Necesitará, sin embargo, tejer alianzas con partidos moderados y conseguir el apoyo de los gobernadores ―todos ellos opositores― que tienen el control de los distintos bloques legislativos.
Milei ha dejado fuera de cualquier negociación a los senadores y diputados peronistas que responden a la expresidenta Cristina Kirchner, que seguirán siendo la primera minoría en ambas cámaras del Congreso pese al triunfo de la ultraderecha. Entre las leyes que el presidente ultraderechista pretende apurar destaca una ambiciosa reforma laboral que recortará los derechos de los trabajadores y un nuevo sistema tributario que promete reducir la carga impositiva sobre las grandes empresas.
Esta nota contiene información de varias fuentes en cooperación con dichos medios de comunicación.



























