El fenómeno de la extorsión en México ha alcanzado niveles alarmantes, según un reciente estudio que revela que solamente dos de cada cien casos de extorsión son efectivamente investigados por las autoridades competentes. Esta desproporción entre el número de incidentes ocurridos y las acciones tomadas pone de relieve una problemática que preocupa no solo a las víctimas, sino también al propio tejido social del país.
El informe señala que se registraron más de 42,000 denuncias de extorsión en el último año, lo que despierta preguntas sobre la eficacia y la capacidad de respuesta de las instituciones de seguridad y justicia. A pesar de la alta cifra de denuncias, las estadísticas indican que las acciones de las autoridades están gravemente desproporcionadas, generando un ciclo de impunidad que perpetúa este tipo de delitos.
Este fenómeno de impunidad en las extorsiones no es nuevo. Ha sido objeto de diversas investigaciones y reportes que han llamado la atención sobre la ineficacia en la denuncia. Muchos ciudadanos temen representar un blanco más al denunciar, agudizando el problema y desincentivando la formalización de quejas ante la autoridad.
La problemática es especialmente grave en el contexto de un creciente número de delitos que afectan a la población, y las extorsiones están entre las modalidades delictivas más inquietantes. La expansión de esta práctica criminal no solo afecta a empresas, sino también a individuos y familias, convirtiéndose en una sombra que se cierne sobre la vida cotidiana de muchos.
Los especialistas sugieren que es urgente una reforma en las prácticas de denuncia y un llamado a la ciudadanía para que se sienta empoderada al acudir a las autoridades. La construcción de confianza en las instituciones es vital para desmantelar las redes que perpetúan las extorsiones y garantizar una correcta atención a las víctimas.
También es esencial desarrollar campañas de concientización que informen a la población sobre sus derechos y sobre la importancia de reportar estos delitos. Las herramientas tecnológicas podrían ser una aliada en este proceso, ofreciendo plataformas seguras y anónimas para la denuncia de extorsiones, mientras se promueve un enfoque colaborativo entre la ciudadanía y las fuerzas del orden.
La lucha contra la extorsión debe ser un esfuerzo conjunto en el que cada ciudadano, así como las instituciones, jueguen un papel determinante. El camino hacia una sociedad más segura y justa depende de la capacidad de reaccionar ante estos delitos y de implementar medidas efectivas que cambien la narrativa actual de impunidad.
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